¿Qué he estado haciendo hasta ahora? Bueno, un cementerio cerca de mi casa, el cual estaba abandonado, es mi lugar favorito para pasar el rato. Ahí nos juntamos yo y mis dos amigos, los cuales conocí en ese mismo lugar. El cementerio que visito siempre da algo de miedo. La entrada, cuya vereda está llena de monte y bichos, no permite el paso fácilmente. Pero como tenía mucho tiempo libre, mi abuela, quien ya no podía caminar bien, me pidió ir para visitar las tumbas de sus amigos, que murieron hace ya unos años. Ella siempre me cuenta historias sobre esa época dorada de su vida, la cual ocupa un lugar profundo de su corazón. Y en el mío. Por eso no me molestó hacerlo, y ahora hasta lo agradezco. ¿Quién disfrutaría ir a un cementerio, sino yo?
—¿Cuánta gente nos recuerda? Yo no me preocupo de esos pequeños detalles— Me dijo Daniela, quien luego se partió de risa—. No, lo más importante es quién te recuerda. No la cantidad, sino la calidad. Yo tuve tan pocos amigos, que parecía como si no tuviera ninguno. Pero no me arrepiento: cuantos amigos tenía, fueron inolvidables.
¿Qué me dices de ti, querido?
Yo no supe responder a esa pregunta.
—Nunca he pensado en eso, pues no conozco a mucha gente. Quien me recuerde lo hará negativamente, por las travesuras de mi infancia, supongo. Pero alguien como mi abuela, cuya salud es mala por la edad, seguro tiene esa preocupación, lo cual quisiera aliviar aunque sea un poco.
Pablo respondió inmediatamente:
—Es exactamente tal como has dicho. A tu abuela la recordamos como una chica muy traviesa, siempre peleándose con los niños de la escuela, los cuales le tenían miedo.
—¿En serio?
—No miento. ¿Cuáles eran sus motivos? No tenía ninguno. Ella, que estaba llena de energía, simplemente era así: se divertía con juegos bruscos, lo cual era preocupante. Pero ella no quería causar problemas. A pesar de eso, la quisimos mucho.
Entonces, ella era como yo. O yo era como ella.
Pero esto me generó una duda:
—¿Y usted Pablo, cómo sabe que mi abuela era así de niña?
Pero fue Daniela quien me contestó:
—En este pueblo tan pequeño, todos nos conocemos de toda la vida. Y después también.
Poco después mi abuela también murió, lo cual me puso muy triste. Pero no la extraño. Todos los días, después de la escuela, voy un rato al cementerio. Y ahora, tengo tres amigos ahí.